La persistencia del conflicto sobre el Sahara no tiene solo consecuencias económicas desafortunadas sobre los países del Magreb, también afecta su capacidad para abordar con eficacia la amenaza terrorista. Estas son las conclusiones del Departamento de Estado de EE.UU., que han sido publicadas en el informe anual sobre terrorismo en el mundo.
El informe estima que la incapacidad de los Estados de la región para llegar a una solución de la cuestión del Sáhara Occidental es en realidad un «obstáculo para una amplia cooperación contra el terrorismo». Esto es cuando la amenaza terrorista nunca ha sido mayor, de ahí el aumento de riesgo de que los grupos yihadistas, incluyendo AQMI, exploten ésta debilidad. La falta de cooperación regional en la lucha contra el terrorismo es, precisamente, dada al desacuerdo persistente entre Marruecos y Argelia en la resolución de la cuestión del Sahara. No es por falta de iniciativas en este sentido. El plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental ha sido presentado a la ONU en 2007, pero ha sido objeto de un bloqueo en por Argelia y el Polisario.
Sin embargo, ese es el plan que ha sido el origen del relanzamiento responsable del proceso de negociación bajo la égida de la ONU, después de años de estancamiento. La propuesta marroquí ofrece una autonomía sustancial para el Sahara, donde los habitàntes y sus representantes dispondràn de poderes legislativos y ejecutivos locales ampliados.
El plan fue bien recibido por la comunidad internacional, en particular por el Consejo de Seguridad de la ONU, que lo califica como base «seria y creíble» para las negociaciones.
Al mismo tiempo, en su resolución 1979 adoptada en abril de 2011, el Consejo instó a las distintas partes de mostrar «realismo y un espíritu de compromiso para avanzar en las negociaciones.» Estas propuestas,dobladas de garantías tangibles no parecen convencer al Frente Polisario, ni a Argelia, que apoya económica y militarmente y les acoge en su territorio. Ambos siguen oponiéndo un rechazo aún menos comprensible que los Estados de la región se enfrentan a retos similares del extremismo, el terrorismo y el desarrollo.