El poder argelino, que ya no oculta su actitud belicosa hacia el vecino marroquí, ha elegido esta delicada étapa de viva tensión en la región de Guergarat para hacer una importante entrega de armas al Polisario para animarle a persistir en su escalada contra Marruecos.
La actitud del régimen argelino se puede explicar por los duros fracasos que su diplomacia y el Polisario han encajado los últimos meses tanto en la ONU, como sobre el tablero de ajedrez europeo y africano.
Argelia y el Polisario, dicen los analistas, esperan lo peor con la salida del secretario general de la ONU, el surcoreano, Ban Ki-Moon y su sustitución por el portugués Antonio Guterres, considerado un amigo de Marruecos y la salida también de Christopher Ross que estaba visiblemente se había alineado sobre la posición argelina en el conflicto del Sahara, que involucrando a su lado, su jefe Ki-Moon.
Ross habría de hecho ya notificado la decisión el Secretario General de la ONU la decisión de renunciar a su cargo de mediador antes del final de su mandato, previsto a finales de marzo.
Tan mal percibido en Argel, esta salida sería bien recibida en Rabat, donde Christopher Ross se considera parte del problema, en lugar de un facilitador de las negociaciones. El diplomático estadounidense es probable que se mantuvo muy cercano al gobierno de Argelia desde el momento en que fue embajador de los EE.UU. en este país (1988-1991).
Esto es también lo que explica en parte su incapacidad para mediar en una solución política de la cuestión del Sahara Occidental y no ha avanzado ni un ápice desde su nombramiento en 2009 debido a su sesgo.
Sus errores se han convertido en legión y las de su jefe, Ban Ki-Moon, que en vez de mantener la neutralidad requerida por sus funciones como jefe de la ONU, llegó hasta el punto describir como «ocupación» la presencia marroquí en el Sahara occidental, una jerga que sólo los dirigentes y los medios de comunicación argelinos y sus protegidos del Polisario utilizan.
Al parecer, el régimen argelino y el Polisario no tienen más remedio que recurrir a la provocación mediante la amenaza de un nuevo conflicto armado regional, en un vano intento de forzar la mano de las Naciones Unidas y al Consejo de seguridad para sentar a Marruecos a la mesa de negociación, a sabiendas de que ni la retirada del ejército marroquí de la zona de amortiguamiento de Guergarat, o la visita del jefe de la MINURSO, Kim Bolduc en Tinduf en Argelia no han plegado el Polisario en su posición belicosa.